domingo, 11 de noviembre de 2007

Eres un imán


Me cuesta escribir en esto, la verdad que sí.
A veces me esfuerzo un poco para escribir algo, estimular las circonvoluciones y parir algo lo suficientemente interesante como para subirlo al ciberespacio, pero ni con esas consigo nada. Por el contrario, otras veces, de repente y sin quererlo, mis dedos se dejan llevar por inspiraciones inexplicables y sonrío.


Es el problema del lenguaje: es limitado; la imaginación, no. El lenguaje es el obstáculo de la transmisión de pensamientos, queridos amigos. Haced caso a esta perra sabia, que sufre por no poder mostrar al mundo todas las maravillas, todos esos impulsos eléctricos en definitiva, que son capaces de gestarse en su cabeza.
Aún así, hemos intentado un nuevo medio para dar rienda suelta a nuestra verborrea incontrolada, una nueva manera de canalizar todo el éxtasis que llevamos dentro: Plátano Gordo (El blog festivo-cooltural que a todos los niños gusta!)




Escribiéndole un texto a mi amiguete Davhool(igan) me he puesto a pensar en cosas muy tristes pero bonitas (que, en mi vida, muchas veces van de la mano). Concretamente en ese esfuerzo que tenemos que hacer para que la diplomacia brille cuando alguien trata ansiosamente de meterse en nuestra vida, nuestra noche, nuestra cama y nuestro corazón (a veces el alcohol ayuda a que te pidan desayunarte el tuétano al día siguiente). Te vuelves todo sonrisa, todo amabilidad, todo suavidad femenina para despacharle de la manera más indolora posible. Estupendo, lo aplaudo. Sin embargo, cuando los papeles se cambian y te aproximas a hacer algo parecido, los portazos y los No rotundos son el pan de cada intento. Sin anestesia, sin redondear las esquinas para no pincharse, para no abrirte en canal, para no sentir que te rasgan de arriba a abajo. Los "quizás" y los "tal vez" son disparos a bocajarro contra las expectativas. La cortesía que te devuelven es inversamente proporcional a la sinceridad de las propuestas que tú ofertas.

¿Nunca os habéis parado a pensarlo? Yo cada vez que tengo que poner sonrisa de posado de bautizo a alguien. No son muchas las veces, casi siempre mis sonrisas son veraces y cándidas (y porque ligo menos que el Joven Rappel, para qué engañarnos), pero aún así, siempre que tenso los labios como si me tiraran de un hilo invisible que me sale desde la nuca, no puedo evitar pensar que en el fondo estoy haciendo un favor, una concesión. Y luego continúo la charla y escupo rechazos de la manera más dulce que me sale, de la mentira más amistosa.


En definitiva, ¿es mejor adornar la respuesta para suavizar, aunque con esto corremos el riesgo de confundir y sentirnos cobardes y manejados, o explicar la cruda realidad aún cuando la otra persona es posible que se parta en dos delante de ti?

Que linda controversia, amiguetes, ojalá fuéramos todos hermafroditas.



Es vivir.


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